Organizaciones sociales de Aragón se unen para exigir a los gobiernos que actúen para crear un futuro sostenible.
El Teatro Romano de Zaragoza ha sido el lugar elegido para que numerosas organizaciones sociales aragonesas de toda índole presenten el manifiesto “Cambiar el clima tiene un precio”.
Un llamamiento a las instituciones y a la sociedad en general para reclamar actuaciones para frenar el calentamiento global y arrancar compromisos ambiciosos y vinculantes para reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero que están generando este cambio climático.
En el acto de presentación se han recogido los testimonios de cuatro personas: Blas Valero (director del Instituto Pirenaico de Ecología), Francisco Ponce (agricultor de la zona de Aniñón), Esperanza Sancho (joven estudiante) e Ibrahima Wade (inmigrante del Senegal ).
Blas Valero ha recalcado que el debate ya no es si hay o no hay un cambio climático acelerado. Esto es una realidad constatable, el cambio climático ya está aquí y ha venido para quedarse; además es un fenómeno que se está acelerando. “No es solo un problema para las generaciones futuras, ni para otros territorios de planeta; es un problema actual y global. El clima del planeta nos atañe a todos, no entiende de naciones, religiones o ideologías”.
Impactos climatológicos que van desde el deshielo de los casquetes polares hasta la alteración de las temperaturas en Zaragoza en las diferentes estaciones del año.
Un cambio climático que es responsabilidad directa de la acción humana en el planeta: procesos de industrialización, extracción y consumo masivo y despilfarrador de recursos naturales, entre otros. Para modificar estas acciones Valero advierte que “el conocimiento científico es el que nos proporcionará las herramientas a la humanidad para afrontar este reto global”.
El agricultor Francisco Ponce relató los cambios climáticos que está sufriendo la zona donde vive y como están repercutiendo a la modificación de temporadas en la recogida de la fruta. “El cambio del clima ya nos está afectando”. Para Ponce, si no se ponen remedios al cambio climático, el sector agrícola sufrirá las consecuencias al enfrentarse a riesgos no previstos que dificultan su labor y productividad.
Ibrahima Wade, inmigrante del Senegal, en representación de la etnia Fulbe, un pueblo nómada que vive del pastoreo y acostumbrado a soportar las altas temperaturas y las zonas áridas del Sahel. “Pero con el cambio climático, el desierto avanza, el ganado se mueve cada vez más al sur buscando pastos. Los campos necesitan más agua que antes y entonces tenemos conflictos por las tierras”. Ibrahima advierte que su país sufrirá unas graves consecuencias si el cambio climático avanza y plantea la cuestión a los países del norte el reto de reducir emisiones que perjudican la salud del planeta.
La estudiante Esperanza Sancho ha reclamado responsabilidad a los políticos para que se pongan manos a la obra y crear medidas y acuerdos que puedan paliar los efectos del cambio climatológico. “Perder mi futuro no es como perder unas elecciones. Políticos, tomáoslo en serio, no perdáis otra oportunidad”. Esperanza representa a muchos de esos jóvenes que no quieren un mundo en peor estado y reclama medidas para frenar el maltrato medioambiental. Para ello, marca la celebración de la Cumbre de las Naciones que se celebrará en París en diciembre como una fecha importante para alcanzar acuerdos vinculantes y eficaces que frenen el calentamiento global.